domingo, 2 de diciembre de 2012

Meditaciones profundas camino de la uni

Camina por el puente de la Barqueta. Vislumbra una figura masculina al fondo. Mira al suelo fijamente y cuando os crucéis levanta la vista para otear el terreno. Africano. Venezolano. Gilipollas. Piensa que ha sonreído como un gilipollas. Suavízalo con la idea de que quizás lleve mucho tiempo viviendo en Europa. Ahora reconoce que está bueno pero no te des la vuelta para mirarle. Mierda, te la diste.

Admite que necesitas un polvo. Afírmalo. Duda ante la idea de con quien. Viaja en el tiempo hasta la última vez. No, no pienses cuánto hace. Hace lo suficiente para que sepas que no puede ser con cualquiera.

Piensa que con cualquiera, cuando él termine –das por hecho que tú no–, te echarás a llorar como una magdalena. Pon cara de extrañada. No sabes por qué se dice llorar como una magdalena. Piensa que quizás sea por María Magdalena. Haz memoria. Acuérdate de que era la novia de Jesús y por eso lloraba tanto cuando le crucificaron.

¿Jesús tenía novia? Pregúntatelo y acto seguido imagínalos juntos, escondidos tras los matorrales de Nazareth. Santíguate y ríete en voz baja para aplacar el remordimiento. Pero no evites pensar en lo bueno que está Jesús.

¡Basta!  

Sólo dedica unos segundos a evaluar muy en serio si elegirían una imagen de un dios buenorro a posta para que las mujeres fueran a misa. Melena castaña, ojos azules, barbita, torso desnudo, taparrabos. ¡Qué provocación! Sin duda. 

Por favor, cambia de tema.

Se te pasa por la mente Bob Marley. La idea de que él fuera su reencarnación te resulta atractiva.

No, Jimmy Hendrix no. Robert Nesta Marley. Sus aires de profeta unificador del pueblo jamaicano encajan mejor con el perfil.

Piensa en cómo te gustaría hacértelo con Bob y disfruta, ahora ya no tienes que santiguarte.

Espera. Ves los dedos ágiles de Jimmy haciendo el amor con las cuerdas… Imagina qué música podría arrancar de tu cuerpo.

¿Deberías santiguarte ahora por ser infiel de pensamiento a la reencarnación de Jesús?

Baraja la posibilidad de que se reencarnase en dos cuerpos distintos, el de Bob y el de Jimmy. Has leído sobre gente que le sucedió así. Piensa eso. Mejor. Ya que eres incapaz de elegir entre uno de los dos.

Piensa que hacérselo con Bob tiene que ser mágico. Rastafar I, fiero como un león adulto, volando lejos con cada sacudida y cuando abra los ojos, la ternura del cachorro. Sonreiría, crees que en algún momento, te miraría y sonreiría. Te imaginas que estaría fumado. Tú también. Jimmy también estaría colocado de algo.

Siente la lycra de tu ropa interior adentrándose por la línea divisoria de tu trasero. Sigue caminando, no te molesta. De hecho contribuye al pensamiento de hacértelo con Jimmy. Por todas partes. Crees que sería eléctrico.

Imagina dos cuerpos anárquicamente curiosos que se recorren intrépidos, palpando cada recoveco como si fuera el acorde desencadenante de la catarsis final. Pero no hay final sino una catarsis tras otra. Siéntete húmeda.

Definitivamente no puedes quedarte sólo con uno. Crees que los dos son la reencarnación de Jesús. Tiene sentido. Los dos son negros, vivieron en los sesenta... Te quedas más tranquila.

Recréate durante varios minutos con la imagen de vuestros tres cuerpos moviéndose instintivamente bajo los efectos de la hierba santa, el LSD y todas esas cosas de los hippies.

No te tropieces, o al menos procura no caerte. Si te caes, levántate y anda. Mira hacia ambos lados buscando un posible testigo. Nadie. Siéntete afortunada.

Vuelve a tu fantasía. Aunque no te has visto en otra mejor, te das cuenta de que llegados a un cierto punto terminaríais –porque con ellos dos en estas circunstancias… sería imposible que tu capacidad multiorgásmica fuera desaprovechada –y lo fundamental es que en ese momento tú podrías echarte a llorar con tranquilidad. Aunque es obvio que hay menos posibilidades que con cualquiera. Pero podrías, esto es lo importante. Deduces que Bob sacaría su guitarra y empezaría a cantar No woman, no cry.

Perfecto, cuatro palabras suyas bastarán para sanarte. Corrígete: son tres palabras, el no está repetido. Que te dé igual. Crees que le amas.

Mira a Jimmy. Está en la cama, con la guitarra apoyada sobre su otro instrumento deslizando los dedos aún dulces y calientes por las cuerdas, como si fuese otro amante a quien convulsionar con nuevos orgasmos eléctricos encima de su pelvis.

Sube por las escaleras de la facultad. Siéntete culpable por dejar a Jimmy insatisfecho. Escandalízate: ¡¿En qué estabas pensando?!

Llega a la tajante conclusión de que follarte a los dos a la vez es demasiado para ti y que además están muertos –y seguramente reencarnados. Déjate envolver por la esperanza.

Pregunta en la uni si alguien sabe quién es la siguiente reencarnación de Jesús. Nadie lo sabe, pero te miran como si fueras una apestada. Aléjate de ellos caminando por los pasillos.

Pídele al padre de Jesús que, por favor, esta vez su hijo no se reparta en varios cuerpos, que se te hace difícil… amarle. Cuando te diga que hables mejor con su madre, piensa que tiene razón. Saluda a María, aunque no tengas muy claro que sea su madre –la biblia siempre te pareció un libro con muchas lecturas –además dice que está menopáusica. No entiendes qué tiene que ver con tu petición pero esa es su respuesta. Bueno, ya que estás pregúntale por qué a veces te echas a llorar durante o después de –busca una palabra adecuada, que estás hablando con una divinidad – la unión carnal. Escucha atentamente las palabras: a veces también te dan ataques de risa y no te quejas tanto. Reconoce que es verdad y cuando te diga que a los hombres les resulta igual de inesperado y espeluznante tanto lo uno como lo otro, siéntete confusa. 

Dale las gracias a María, al fin y al cabo te ha abierto nuevos horizontes. Y también a dios, por presentártela.

Piensa en lo difícil de la condición humana. Pregúntate si te pareces más a un animal humanizado o a una humana animalizada. Encógete de hombros, arruga el hocico y entra en la clase de Filosofías del Mundo.

Siéntate en la última fila y escucha al profesor. Abúrrete como un gato, con elegancia. Ponte a escribir. Vomita tus pensamientos de camino a la uni sobre el papel. Intenta hacerlo al estilo de Lorrie Moore en Autoayuda. Piensa que no tienes ni puta idea, pero diviértete haciéndolo.

Léelo una y otra vez. No se lo enseñes nunca a nadie.

domingo, 25 de noviembre de 2012

¿Juegas?

A veces quizás siempre, el mundo-vida Munví Dodá te habla. 

Quizá siempre. Es verdad, es como una cotorra sabia que se deshace en un lenguaje mixto de letras con carne, susurros y cebolla con salsa de tropiezos y esperas a la desesperada. ¿Con o sin pereza? no te pregunta, pero es posible que tú le pongas miedo. El factor educativo sin el cual habría sido imposible desaprender el código y que no te atragantes a cada bocado. Qué aproveche. 

Claro que... ¡estamos en Munví Dodá! somos suyoas, y no podemos escapar de sus señales y directrices. Por mucho más que menos, sumar restar, siempre es igual, osea indiferente y será: la acción de aquellos aprendices que quieren jugar a controlar nuestrosu-el juego. ¿O serán ya piezas de Munví Dodá? aquí entre nosotroas y allá, quién sabe. Jugando. Sean quienes sean ¡lo que sea! ¿qué más me da? Si está aquí en mi dualescente concupiscencia evanescente ¡Mundí Dodá haciendo peripecias! 
Porque las hace. Ha tenido que aprender malabares y funambulismo e incluso Matrix Reloaded. Es que no le hacíamos ni puto caso. Ahora ya sí, inevitablemente la veréis y sentiréis y no os quedará otra que reaprender nuestrosu lenguaje. Os lo aviso porque no pasa nada. O yo, al menos, no se lo que pasa. 
Pero es bonito. 

Un guiño invisible, 
                                        como un sombrero aliviando el cegador sol de invierno. 



.......EsCucHa & jUeGA........

viernes, 9 de noviembre de 2012

Basado en hechos reales: Málaga, 20 de Agosto de 2011


Volviendo hacia el caluroso zulo, después de horas de parranda, litros y humo, sentí las rodillas débiles y las plantas de los pies doloridas. A mi vera los mismos pasos hablaban... hablaban de algo... quizá reían también. Mi mente no alcanzaba a hacer el esfuerzo por comprender, estaba en un estado liviano, casi dormida, mientras mi cuerpo se resignaba a la mala vida. Una baldosa, tres baldosas, una caca. Baldosa roja, baldosa blanca. Voces, incluso voces dialogantes capaces de bailar en un flujo continuo y acompasado. Palabras que caminaban con nuestros pies. Pies que miraban al fondo de la ciudad deseando que surgiera de entre los edificios el lugar donde reposar. Silencio también, y luego más charla.

Un león en mitad del camino. ¡¿Qué digo?! Sí, sí,  un león de cuatro patas, de los de la selva. Era gigantesco y hermoso, su piel brillaba con distintos matices a la luz de las farolas mientras sus frías garras arañaban las baldosas en un movimiento lento y contundente. La pura escena me estaba poniendo los pelos de punta ¡un animal salvaje paseando en soledad lejos, muy lejos de la que pudiera ser su casa! Mis órganos, antes agotados y olvidados, se revitalizaban al sentir este escalofrío punzante penetrar por todos los poros de mi cuerpo, hasta la coronilla. Me pareció despertarme de un antiguo letargo, pero no tenía tiempo de lavarme la cara. El león se dirigía hacia nosotros. Miré a mis amigos y sorprendentemente ninguno se inmutó, parecían en una realidad paralela. Volví mi mirada al león y, de nuevo a mis amigos. Ambos estaban allí y sin embargo parecían no saber de su existencia. Yo era el único nexo entre estas dos situaciones dispares. Sentí los ojos de la fiera sobre mí, eran alargados con un ribete negro muy pronunciado y pestañas como mariposas que contrastaban con su figura feroz y amenazante. Entonces me pregunté si acaso los leones eran capaces de sonreír pues no conseguía dilucidar cuál era esa expresión suya, tan desafiantemente comprensiva.

Le devolví la mueca como un fiel reflejo. Las comisuras de mis labios se elevaron con sutileza de modo que los dientes permanecieran invisibles. A medida que le imitaba me adentraba en otro mundo. Era curioso e inquietante apreciar como crecía algo nuevo en mí a raíz de un movimiento tan nimio como lo era este esbozo de sonrisa. Nuestros ojos estaban clavados los unos en los otros, se decían cosas en un idioma ininteligible para cerebros acostumbrados al lenguaje. Mis percepciones seguían evolucionando a la vez que el león y yo nos acercábamos, sino en un plano físico, en un plano desconocido. La forma de mis labios ahora estaba también en mis ojos, y en los suyos siempre había estado. No era algo que se pudiera expresar con el cuerpo, sólo sentirse a un nivel profundo. Retando a la inefabilidad de este momento podría enredarme explicando como de mi garganta surgía una alegría demoledora que crecía en forma de espiral hasta envolver por completo mi cabeza. Parecía que el detonante de esta inusual actividad emocional fueran mis propios labios que contagiados por la expresión felina habían filtrado parte de su esencia y ahora él se movía en mí.

Podría enredarme, pero era como descojonarse por dentro sin mover una pestaña; era ESTAR FELIZ y como consecuencia NO TEMER NADA.

Era extraño: dentro de mí un universo de experiencias y fuera la rutina y la normalidad que devienen de la solidez del mundo físico. Volví al universo y sentí como si hubieran pulido y abrillantado mi interior con una máquina especializada en esta tarea.  Entonces miré a la fiera salvaje y ví, por primera vez ví desde el medio de mis ojos, claro y difuso como una imagen distorsionada por el calor en la distancia, el rostro de mi amigo, tu rostro. Por supuesto que los leones no sonríen.

Corrí a abalanzarme sobre él, que se puso a dos patas para recibirme con un abrazo que me tiró al suelo. Desde ahí sentí su lengua porosa haciéndome cosquillas en la cara. No podía dejar de reír. Le agarré una de sus patas delanteras, eran cálidas y suaves a la vez que fuertes y robustas, luego su melena color tierra enredó mis manos en el afán por alcanzar su boca, su nariz, sus bigotes. Sus ojos. Ahora te reconozco y aún así no doy crédito. Tenía tantas preguntas que hacerle, que hacerte.

Sin embargo el alba estaba cerca y mis ojos se cerraban. Menos mal que él estaba allí. Me subí sobre sus anchos lomos y la bestia amiga comenzó a caminar por la ciudad con un paso ondulante e hipnotizador. Por un momento creí estar de nuevo bañándome en el mar. Sus cuatro voluptuosas extremidades se movían por turnos dibujando una loma tras otra bajo mi cuerpo, que en comparación con sus vastas dimensiones parecía diminuto. Mis manos se aferraban a su espesa melena rojiza mientras mis glúteos se dejaban masajear por los andares felinos. Las ondas relajantes llegaban hasta la cabeza, en dónde los ojos luchaban por mantener la vista firme en los árboles atrapados por el asfalto. Ahora podía oírles, las raíces pedían libertad mientras las hojas tosían sin parar. Finalmente dejé que mi cabeza se zambullese en una confusión de cabellos rojizos, castaños y dorados.

Era de día y caminaba arrastrando los pies por las calles que acababan de poner, pues bien es sabido que a altas horas de la madrugada las calles aún no están puestas. En consecuencia todo lo andado anteriormente había sido en vano. Luego de más charla hubo silencio también. De entre los edificios surgió el lugar donde reposar cumpliendo el deseo de los pies que miraban al fondo de la ciudad. Las palabras caminaban con ellos tomando forma de voces. Incluso voces dialogantes capaces de bailar en un flujo continuo y acompasado. Baldosa blanca, baldosa roja. Una caca, tres baldosas, una baldosa. Mi cuerpo se acostumbraba a la mala vida mientras mi mente casi dormida en un estado liviano no alcanzaba a hacer el esfuerzo para comprender. También reían quizá… hablaban de algo… hablaban los mismos pasos a mi vera. Las plantas de los pies doloridas y las rodillas débiles, después de horas de parranda, litros y humo llegamos al caluroso zulo.

Me desperté con el viento que silbaba entre las hojas de los árboles. No era un silbido normal, sino que pude descifrar con claridad entre esta melodía una canción de amor en la que las hojas expresaban su gozo al ser acariciadas por el viento y el viento no podía resistirse de tocarlas cada vez más intensamente. Mi cabeza estaba apoyada sobre la del león y mis brazos trataban de abarcar todo su cuello sin conseguirlo. Ya había amanecido y estábamos subiendo una montaña. Me incorporé y sentí como rezumaba el dulzor de la tierra mojada cubierta por una espesa vegetación. Predominaban los pinos y los arbustos, además de jara y romero, cuyo aroma impregnaba el ambiente llegando a marear mis sentidos. Los pájaros también se veían afectados y añadían coros a la canción del viento y las hojas. Era bellísimo. Fué. Aún sobre sus lomos cerré los ojos y de repente sentí una punzada cortante atravesando mis sienes. Empecé a escuchar interferencias, y las punzadas se prolongaron y agudizaron al son de las mismas. Entonces caí desplomada al suelo, mi tez sintió la caricia de un espeso y pegajoso pelaje. A mi alrededor había todo tipo de fauna roncando y babeando en torno al ventilador, acoplados de cualquier manera, incluso en esta alfombra. Otros se veían acomodados en el sofá, como mi amigo que ojeroso y cabizbajo buscaba algo decente que escuchar en la radio.

jueves, 8 de noviembre de 2012

¿Alguien sabe qué es ser adulto?


A estas alturas ya sabréis que yo escribo, y bueno, no es la primera vez que me encuentro con personas que juzgan a mis personajes de comportarse como adolescentes cuando en realidad ya tienen una edad “adulta”. Yo escribo sobre un entorno que es conocido para mí, mis personajes son la mezcla de la gente que conozco, de las experiencias que he vivido o que me han contado o lo que sea que me invente a partir de este cúmulo de cosas. Podría decirse que en mi vida cotidiana manejo asiduamente unas edades comprendidas entre los veinte y los cuarenta y tantos. Y estoy intrigada por saber a qué se refieren exactamente estas críticas, que casualmente provienen de personas alrededor de los cincuenta. Por eso he dedicado un tiempo a reflexionar sobre los adultos, los adolescentes y qué tienen que ver con lo que yo vivo. Como mi perspectiva obviamente es limitada, agradeceré cualquier comentario que la expanda.

“¿Qué es ser un adulto?” Le preguntaba ayer a mi compañera de piso de veintinueve años. Me contestó que básicamente consistía en tener un trabajo, ganar dinero y no depender económicamente de los padres, por ejemplo. Que en el caso de la mujer, si no trabaja, también se la puede considerar adulta si es madre y se hace cargo de la casa. “Entonces no somos adultas” –nos quedamos mirando entre la perplejidad y el alivio.

Entiendo que este concepto de “adulto” tiene que ver con las responsabilidades. Según esto, hace diez años yo era más adulta que ahora porque dedicaba seis horas al día a ir al instituto y otras seis a trabajar en un bar. Además daba de comer a mis gatos. Seguía viviendo con la familia, eso sí, pero también colaboraba económicamente. Me relacionaba con mucha gente “adulta” alrededor de la treintena que vivían por su cuenta. La mayoría de aquellos adultos, que se consideraban con la vida resuelta con su contrato indefinido, lo único que quería era pasarlo bien los fines de semana. Entonces, me surge la idea de si acaso cuando se es adulto, un verdadero adulto, se tiene la sensación de haber llegado al máximo de uno mismo y lo único que queda es mantenerse en ese lugar. Efectivamente de acuerdo con la RAE, una persona adulta es aquella que ha llegado a su mayor crecimiento o desarrollo. O sea, que hay una fase en la que ya no se aprende nada más y uno se queda viendo el mundo evolucionar pero no es capaz de subirse al carro PORQUE ya ha llegado al máximo de sus capacidades. Desde ahí deben quedarse satisfechos, haciendo lo que saben que hacen bien, esperando a la muerte.  Creo que debería alegrarme de no ser una adulta, lo cual no significa que sea una adolescente.

Reflexionando un poco sobre la “adolescencia”, aquella etapa de conocerse a uno mismo, en la que te irritas constantemente por los comentarios de tus padres y hay una lucha entre el poder que estos ejercen sobre ti y la libertad que se ansía alcanzar. Todo esto con unas consecuencias "terribles" que dan lugar a la famosa “edad del pavo”. Qué se yo… te compras la Superpop, te empiezan a gustar los chicos, pegas pósters de Nick Carter en la habitación, el vello comienza a ser un problema, tanto si lo tienes como si no y exclusivamente los futuros machos derraman su saliva cual aspersor hiperactivo. A parte del tema de los fluidos, en general los amigos son lo más importante del mundo (no para sentirte comprendida, sino para sentirte parte del grupo), empiezan los conflictos internos, la lucha con uno mismo para ser aceptado, los novios y las novias, las primeras relaciones sexuales (con o sin compañía) y una serie de cosas, que sinceramente yo ya he superado. PERO no tengo trabajo, y sigo estudiando, y mis ingresos provienen de la caridad de mis progenitores que me aman y además son conscientes de la dificultad real existente hoy en día (hay un paro de la ostia –por si alguien no se ha enterado) para encontrar un trabajito. Hasta de camarera, que a los diecisiete no tenía ni que buscarlo, hoy es complicado.

Esto es lo que hay. Un gran porcentaje de jóvenes desocupados, unos con más suerte que otros, dependiendo esta fortuna de la de sus familias. Y un montón de viejos gordos sentados en sus despachos decidiendo sobre nuestro futuro y que por hábito barren para su lado, sin darse cuenta de que la Tierra es redonda. Entonces, no soy la única que flota y se hunde en esta corriente sin rumbo y sin nombre. Somos muchos en estos tiempos críticos, los que vagamos por una post-adolescencia a la deriva, viendo  atisbos de la isla adulta sin poder alcanzar sus responsabilidades ¿Parece un chollo? Pues no lo es: preocupación, incomprensión, frustración, incertidumbre son los síntomas. Sin embargo esto no impide que maduremos, a nuestra manera, desde un barco a la deriva también experimentamos la vida y nos hacemos conscientes de cómo son las cosas. A ver, yo lo único que comprendí es que nada tiene sentido, más allá del que cada uno le dé. Nunca se puede saber cómo funcionan las cosas, aunque por norma general decimos que todo funciona mal, y así vamos tirando: unos se equivocan y otros se quejan. Una vez pensé que el mundo es como una gran madeja de lana cuya hebra da vueltas atravesando el contenido de un cubo de basura gigante, algo así.

Está claro que muchos no encajamos con el ejemplo de adulto de la época pasada, pero también hay que tener en cuenta que somos el resultado de un caldo de cultivo totalmente distinto. Será esto bueno, será malo... Pues como todo: es así, con sus cosillas. Esto es lo que lo hace real, auténtico y vivible. Quizás no esté asalariada, tampoco tengo nadie de quien ocuparme, ni un perro siquiera, comparto piso con una amiga y sí, tengo mucho tiempo libre y mucho de ese tiempo me lo paso frente al ordenador. Tengo veintisiete años y sigo estudiando. No soy ni tonta, ni vaga. Me muevo a ciegas por un camino incierto que vamos pintando entre todos. A veces tengo miedo, me siento una fracasada y me gustaría estar trabajando de cualquier cosa. Pienso mucho y sigo soñando. Me gusta enamorarme pero jamás viviría en pareja. ¿Soy adolescente? ¿Soy adulta? ¿Qué etiqueta le ponemos a esta gente que estamos en el medio? ¿Acaso no tenemos derecho a existir sólo porque los psicólogos sociales aún no nos hayan metido en la casilla correspondiente esclarecedora del porqué de la vida? O quizás ya lo habrán hecho…

No sé, lo único cierto es que yo voy a seguir observando el mundo desde mis ojos y ojalá nunca llegué el momento en que crea que sé todo lo que necesito saber. Para mí, eso es la ignorancia.

Puedo entender que les resulte chocante la manera de desenvolverse de la juventud actual (creo que la generación adulta anterior a la suya tampoco estaba muy contenta con ustedes). Será que ninguna de las anteriores generaciones tuvo tanta información a su alcance ni tanto tiempo para asimilarla como nosotros estamos teniendo. Y sólo por esto, debo admitir que alguna vez me sentí afortunda, a la deriva, en la tormenta, en este barco sin timón.

lunes, 8 de octubre de 2012

Experimento Escritura Automática II

Amanecen lunas encontradas 
entre miseria y vida dulce.

Yo vi tu rostro 
antes de que llegara, 
como lo estoy viendo ahora.

Jamás quise besarte, 
ni sentirte dentro 
porque ya estabas en mí, 
antes de hoy, 
antes de ayer, 
antes de mañana.

Y si mi lenguaje te parece un suspiro... 
lo es 
lo soy 
te huelo y te exhalo 
a ritmos intercalados 
por tinta y papel bebiéndose-amándose. 

Mis suspiros son sus hijos. 
Manchas. 

No anhelo que me ensucies, 
soy la mezcla de tu pintura y mi lienzo. 
Ni siquiera necesito saber quién eres 

sólo escribirte
                      sin vaciarme de ti.



(Papel y tinta bailando al compás de un cerebro compartido)

                                                   ***

-¿El aire es más denso acá?
-No consigo respirar sin dormir sin soñar sin viajar sin despertar con hambre y comer y disfrutar del silencio de los pájaros, y algún motor pasajero.

-¿Estaremos tan al centro de la Tierra que no se la siente girar?

Los pensamientos se extinguen, como si no hicieran falta.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Onanismo bipolar


En mi soledad nocturna de consuelo acariciado, en mi cuerpo reticente al placer, me empujo fuera de este desvelado aburrimiento, fuera de la frenética sucesión de sístole y diástole.

Fuera, en la punta de mis pechos, todo sigue redondeado. Mis pliegues permanecen mudos. Es mi mente la única que ha hablado.

“Cualquier tontería puede desembocar en orgasmo”.

“Por favor, más no” dice una voz escondida, que pide perdón y recuerda el dolor de... Otro.

Pero tras unos monótonos minutos automáticos de lugares conocidos, gime y se diseca como una guarra con la boca torcida, que espasmo tras espasmo vuelve los ojos perdiendo el control hasta dibujar una mueca espantosa. “Oh dios mío... cuánto necesitaba... este desahogo...” se la escucha en un hilo de voz mientras deshace el siniestro puzle de su rostro, como si poco a poco su espíritu volviera a ella y el demonio ya se fuera. Entonces lo piensa, reboza sus sesos en la fealdad del momento anterior. Entorna los ojos enfocando al más allá, traga saliva y al final se consuela: podría haber sido mucho peor de haberlo compartido con otro. 

Ya no quiere compartir nada con nadie, se siente fea por dentro, un monstruo incapaz de amar; de amarse a sí misma, sólo se folla.

Según emergen estas revelaciones en su pensamiento, una pequeñísima luz se enciende, digamos en su corazón, por localizarla en un lugar que todos conozcamos. Enciende una sonrisa que moja sus labios y de pronto comprende algo: se da lástima.

Por eso deja caer la mano suavemente sobre su clítoris; por eso se acaricia haciendo círculos, pequeños y grandes que van envolviendo su cuerpo progresivamente en agradables descargas de placer –escalofríos cálidos que comienzan en una parte del cuerpo y recorren caminos invisibles hasta el hipotálamo, donde entregan el mensaje de “ahhh...estoy agustísimo... oh... ohhh” al comandante en funciones Cerebelo Cerebrulus-.

“Esto es lo que me merezco” piensa al recibir plenamente el envío, y al instante se lleva la mano a la boca, la humedece con abundante saliva que reparte con lentas caricias sobre la suave piel de sus, ahora sí, erectos pezones. Con el resto del jugo arropa ese tesoro, que cual perla de una ostra, se esconde entre sus labios rosados y carnosos.

Y goza.

Sin pensar en nadie.

Sólo siente que se va de viaje. Se le antoja un trip psicodélico.

Se mueve… su mano derecha vibra, queriendo alcanzar todas y cada una de las terminaciones nerviosas que se extienden alrededor de la membrana nacarada. Se extienden como si no tuvieran fin. Su otra mano, dedito a dedito, se desliza de la boca a los pechos presionándolos con un gusto infantil por lo mullido, por lo suave, por lo blando y firme. 

Ambas extremidades trabajan juntas en busca de colorines que exploten en la mente devolviéndola al pacífico kaos del universo.

¡Oh bendita perla mía! Doy gracias a tus múltiples terminaciones nerviosas. Te amo, sí, creo que te amo, más que a ningún hombre que jamás te haya tocado, creo que te amo a ti.

sábado, 22 de septiembre de 2012

experimento escritura automática I


Progreso a pasos cortos de gacela cangrejil entre estados de olivo relax y algarabío de la urbe. Evadida entre las hierbas, agua, humo, cebada. Evadida, perdida y encontrada. Respiré al fin un poco de cordura descordada en el absurdo real de la plaza que recorren gentes arregladas, gentes emperradas, perros amarrados, perras sueltas, tacones, bolsos, gafas de moda. Se paran, se entretienen, me algarabían las noches con sueño confundido alcanzado a través de violetas esponjosas. ¡sed benevolentes con mi membrana, por la Vida! Y así conciclio lunas estrelladas en colchón prestado con sábanas prestadas, con una almohada de fibras de carbono antiestrés. Fíjate. Son desvíos invariables por pasillos fluctuosos. Y más gentes con variedad de pantallas y auriculares cuyas pupilas esquivan la vida en pos de la virtualidad. Veo pechos despechados, tatuajes impregnados de dolor, veo pieles agujereadas y me pregunto: 
¿será por ahí que se escapa la esencia -eso que no existe y todos perseguimos cual gamusino en el pinar-?

Dime tú que lo ves cuando cierras los ojos.
(Candado en pestaña no venden en Carrefur, solo almohadas antiestrés).

Dime tú que me miras a través de ti:
¡¿Cómo nos vamos a ver, alma en hormigón?! 
(Es como si en Irak estuvieran deseando de hacerse el amor, los soldados americanos con los otros y sin embargo se pegan tiros y se matan). 
Almas encerradas en tanques, vibraciones de amor encerradas en armas de fuego. 
Dispárame ya, cariño, que no puedo más con tu mirada. 
Dispárame ya o te pongo un candado en las pestañas

lunes, 10 de septiembre de 2012

agarrando la distancia



En blanco, 
lejos, 
como  un azulejo en las cuevas de Altamira. 
Como una pintura rupestre en la fachada de la Moncloa. 
Como jaulas volando de árbol en árbol 
mientras los pájaros intentan aprisionarlas con sus plumas. 
Como un barco en la M-30.

En blanco, 
pero
capaz de alicatar las cuevas de Altamira, 
y de tirar rocas sobre la Moncloa, 
y dejar que los pájaros y las jaulas se apareen 
para que así los encarcelados también puedan volar. 

Voy a hundir mi remo en el asfalto, 
lo voy a convertir en mar.

jueves, 12 de julio de 2012

Sueños de guerra



        Estamos en el patio de mi casa. Quiénes, no lo se. Gente que quiero seguro. Es un patio en una calle de un pueblo castellano. Aquí no se sabe si la vida es tranquila o simplemente no pasa nada. Imagínate qué impresión nos dio a todos cuándo vimos ese haz de humo hacerse un hueco en nuestro campo visual. Estábamos mirando hacia la pequeña parcelita donde está el árbol y la maleza. Todo pareció ralentizarse para darnos tiempo a preguntarnos qué era eso. Y bruscamente todo se llenó de humo y ya sólo supimos que debíamos correr. Yo quería volver. Volver dentro a través de la cortina de humo. Entrar en la casa. Por favor. Mi madre estaba dentro. 
Alguien tiró de mí y comprendí que estábamos en la guerra. Estábamos huyendo de hombres que nos disparaban. Corríamos por las calles, pero también volábamos por los cielos. Los escenarios se iban sucediendo sin más lógica que la de esta historia. Un gimnasio abandonado. Una playa paradisíaca. Siempre ellos detrás, misteriosos, con sus armas. Qué tipo de armas tenían. Quiénes eran. Nos acorralaron en ese suelo rojo. Nos dieron. Pero cómo mataban. Acaso era la mirada, que desprendía una luz extraña. Acaso con el simple tacto. Recuerdo a mi compañera debilitada, desmayada en el suelo. Me recuerdo a mí misma a punto de no contarlo. Fue un viaje al interior de mi cerebro, que estaba lleno de tubos verdes que hacían espirales, algunos se habían chamuscado y yo me apagaba con impotencia. Pero escuché una voz en mi memoria, que todavía parpadeaba su energía, unas palabras que alguien me dijo: “tú tienes el control de tu vida, tú tienes el control de tu máquina, tu máquina es tu cuerpo, escúchale, pídele, ten confianza”. Esas palabras resonaron con la fuerza de la verdad y encendieron una chispa en mi cabeza que la inundó de luz, restableciendo todos los cables y sus conexiones y creando otras aún  más fuertes. Ahora nadie podía vencerme, había comprendido la clave de mi propio funcionamiento: yo, y sólo yo, tengo el control de mi vida. 
De vuelta a los escenarios particulares de esta historia, luché con más valentía que nunca al lado de mis compañeros y compañeras. Sin apenas hablar entre nosotros, creo que todos empezábamos a ser conscientes de cuál era la clave. Nadie nos podía parar. Aún así era decepcionante vivir este enfrentamiento. Recuerdo a una de nosotras cuando dimos la vuelta a la esquina y nos encontramos con dos hombres adultos, paisanos del pueblo corriendo en dirección contraria a la nuestra. Por unos instantes dudamos. Todas dudamos. Entonces comenzaron a atacar. Uno disparó contra las casas vecinas y el otro hacia nosotras. Despegamos el vuelo y ambos nos siguieron por las nubes. Entonces ella dijo: “Ni si quiera son aliens, son nuestros propios hermanos los que vienen a aniquilarnos”. Claro, quién creías que podía ser. Aunque esa mirada y esa forma de debilitarnos, no era propiamente humana.


       Y esto sólo es un sueño, un sueño que tuve después de ver las imágenes de las “fuerzas de seguridad” a.k.a. “las fuerzas del odio y/o miedo” entrando en las casas de los vecinos de Ciñera, sin llamar al timbre, sólo con sus armas y su sed, como perros del poder a los que les han lavado el cerebro y sólo buscan sangre. 
      ¿Violencia para la gente que sólo quiere trabajar y vivir dignamente? 
      Justicia, ciega justica, no viste cómo te robaron la balanza y ahora hablan en tu nombre valiéndose tan sólo de tu espada. 

lunes, 28 de mayo de 2012

¡YA ESTÁN AQUÍ!

Y tienen banda sonora a ritmo de ska

¡SEÑORAS Y SEÑORES! ¡¡¡YA ESTÁN AQUÍ!!!
Si bien es sabido que Sevilla es una ciudad famosa por su constante ir y venir de guiris, este mes comienza la afluencia de otros visitantes, especiales y entrañables, sin cuya compañía la estancia en la ciudad-sartén de los cincuenta grados no sería tan auténtica. ¡Bienvenidas Cucarachas! Os estaba esperando, con más miedo que entusiasmo, claro. Aunque la distancia que nos separa el resto del año no es demasiada, sí lo es suficiente. Ellas vienen del submundo, son seres mutantes que se han ido perfeccionando a lo largo de los siglos convirtiéndose en los eternos supervivientes del planeta. A pesar de que digan que somos una raza superior, habría que calibrar hasta qué punto. 
Anoche la insignificancia y vulnerabilidad se apoderaron de mi raza, cuando guantes en mano y satisfecha por la productiva jornada de estudio... sí, esto hay que explicarlo, pues por fin la laboriosidad venció a lo ocioso que durante tantos años he alimentado. Ha sido todo un logro para mí, conseguir que cada cosa esté en su sitio: la ropa doblada, el suelo barrido, los apuntes colocados, la comida en sus fiambreras para unos cuántos días, la casa limpia, el facebook cerrado y los libros abiertos con el boli en la mano listo para anotar. Así me lo curré en la última semana, no obstante anoche, dispuesta y orgullosa de continuar la rutina, guantes puestos y patowc en mano, un pariente de Gregorio Samsa me saludó con sus antenas de diez centímeros desde la  bañera de menos de un metro cuadrado. Como os podéis imaginar el efecto visual fue devastador y obviamente chillé y comencé a soltar improperios y sortilegios con la ingenua intención de asustarla ¡ja! Creo que conseguí causar expectación con mis hechizos de bruja desfasada "¡Bicho de Satanás vete para atrás!" Dí una palmada y se cayó del susto al fondo de la bañera. Parecía funcionar, entonces dí otra. Una mierda pa mí, la tatara-tatara-nieta de Samsa ya había registrado aquello como algo inofensivo y se paseaba tranquila dispuesta a alcanzar la escobilla del inodoro. Pensé en rociarla con lejía, pero la imagen del hermoso -por la abundancia en carnes- coleóptero retorciéndose por la quemazón me detuvo. Creo que también influyó la idea de que igual era inmune y lo más que conseguiría era salpicarme a mí misma... tenía que aniquilarla, pero no sólo a ella sino a toda su estirpe. Justo detrás de la cortina del baño se asomó su marido, fuerte y protector para avisarme de que no estaba sola. Otro susto. Me doblaban en número ¡joder! ¿Qué podía hacer? Caminaban por las paredes y por el techo con la agilidad de un ninja... no estaba segura en ninguna parte... Necesitaba fumarme un cigarrillo. Cerré la puerta del baño concienzudamente y entré en mi habitación para buscar el tabaco. Entonces fuí consciente de la desdeñable distancia que separaba mi cuarto de los focos cucarachiles: mi habitación y el baño, pared con pared, puerta con puerta ¡Mierdra! ¡Mierdra! ¿Dónde está el tabaco? Como había ordenado todo, el hecho de no encontrarlo tirado por cualquier parte me descolocó durante el tiempo que estuve abriendo los cinco cajones existentes en mi cuchitril. Tiempo suficiente para rememorar los cadáveres que me había ido encontrando desde mi llegada a la calle Madreselva, a principios de curso. Siempre panza arriba debajo de la cama, los cadáveres. ¿De dónde saldrían? ¿Podrían hacer su aparición esta noche en vivo? Madre mía, estaba acojonada. Por fin, el tabaco, en el quinto cajón. Sin papelillos, claro. La curiosidad me llevó de nuevo a la puerta del baño, siempre se atranca, cuando se intenta desde dentro es más fácil abrir, pero desde fuera hay que cargar todo el peso del cuerpo de costado sobre la puerta y empujar. ¡una! ¡dos! ¡tres! ¡mierdra! ¡no se abre! ¡cuatro! ¡AAAAAHHHHH! ¡Puta! Cayó ¿saltando? a menos de diez centímetros de mi cara, desde el interruptor de la luz, que menos mal había dejado encendida. Sólo de imaginar que podía haber tenido que tocarlo, así, tan cerca... Qué fatiga... Convertí la fregona en mi catana, qué menos podía hacer para combatir a estos ninjas de seis peludas patas. Tiqui-tiqui-tiqui-tiqui esquiva el golpe y se atrinchera debajo del mueble de los veinte duros. Su marido no está, ojalá se haya ido a por tabaco. Aún así, la presencia oculta de la esposa me pone los pelos de punta. 
Analepsis cucarachil, me remonto al mes de marzo, serían aproximadamente las tres de la mañana cuándo inconscientemente mi sistema nervioso fue alertado por un estímulo exterior que pertubó mi sueño. Abrí los ojos tratando de entender qué me despertaba, a mí, tan plácidamente dormida, y sentí ese ruido sugerente, ese rumiar de paredes, enseguida encendí el flexo de la mesilla y cuál fué mi desazón al toparme de morros con este ser inmundo que trepaba por mi colcha con el descaro lascivo de un violador nocturno. Grité. Grité a la vez que empujé el edredón. Grité y empujé el edredón a la vez que me incorporaba en la cama. Grité, empujé el edredón, me incorporé en la cama, a la vez que una amenaza invadía mi vida en forma de escalofrío. Joder. Es sólo una cucaracha. ¿Por qué esta aversión a ellas y no a los mosquitos por ejemplo, que muerden y producen reacciones en la piel que pican y molestan?  Abrazada a mis piernas observaba desde la esquina de la cama el lado opuesto por dónde podía salir mi enemigo. Sentía que era una cuestión de vida o muerte. Una cucaracha, y yo ahí agazapada apretando el culo para no hacerme caquita. 
Necesitaba un plan para aniquilarla. Mira que he conovivido con chinches, he sido acribillada por mosquitos, día sí y día también, en la jungla tailandesa, (después de eso los autóctonos me hacen cosquillas), he comido gusanos y he visto a las niñas más hermosas de Takomepai ofrecernos cucarachas fritas y apretarlas la panza y degustar la viscosa masa blanquecina que se derramaba de su interior, he visto sus caras divertidas, equiparables a cuando nosotros comemos gominolas de pica-pica. Pero esos rostros angelicales no me tranquilizaban, aunque por unos segundos me sentí reconfortada "si esos seres delicados son capaces de ingerirlas con placer ¿qué mal pueden provocar?" Pero al recordar el tamaño y el color parduzco del enemigo volví a sentir pánico. Quizás eran distintas, no podían ser iguales a estos monstruos de la alcantarillas. Pensándolo mejor, las suyas seguro que estaban ricas, pero para mi enemigo una sartén sería clemencia. Tampoco podía aplastarla y olvidarme del tema, conocía la historia de los huevos que se reproducen y no tenía ningún spray químico para asegurarme de que morirían. Era de noche, joder, sólo quería dormir, pero me habían declarado la guerra. Asfixia. Ese era mi plan. Mis ojos escudriñaron cada rincón del proyecto de habitación que se quedó en zulo, donde había decidido vivir voluntariamente por ciento ochenta euros al mes. Encontré una pequeña bolsa de plástico. ¡Prefecto! ¡Vas a morir, puta! Me levanté, no sin antes localizar las zapatillas para no tocar el suelo con mis calcetines, y no aparté más la vista del rincón hacia el que apuntaba el extremo de colcha que yo había lanzado por los aires tras mi abrupto desvelo. Agarré la bolsa y retomé mi posición defensiva pero alerta, lista para el ataque. Silencio. Un silencio repleto de pequeños sonidos que disparaban mis sentidos. ¡Ahí estaba! La muy cerda comenzó a trepar por la ropa ya usada, pero no sucia, que apilaba en una silla a los pies de mi cama. Me repugnó hasta un órgano cuyo nombre desconozco, pero está muy al fondo de todas las vísceras. La repugnancia me consumía, pero era mi oportunidad para atacar. Hice de la bolsa un guante, de tripas corazón y me lancé a por ella. Sin miramientos ni cobardías. Nunca antes había tenido la necesidad de cazar nada, quizá una mosca por diversión, pero esto era un nivel más allá. Y lo hice, a la primera, sentí su ligero y plegable cuerpo en mi mano, separado tan sólo por una fina capa de plástico. Bendito sea el plástico, en estas ocasiones. Rápidamente, sin dejar que las sensaciones producidas por nuestro pseudo-contacto calaran en mí y con los nervios de acero dí la vuelta al plástico y lo anudé tan fuerte como pude, al menos cuatro veces. 

Ya está. La había atrapado. 

¿Y ahora qué? 

Porque la muy bicha inmunda seguía vivita y coleando dentro de la burbuja. ¿Asfixia? ¿De verdad se iba a quedar sin aire esta proeza del mundo de los insectos?

¿Y sus tíos que vinieron de visita anoche? ¿Qué pasó con ellos? Esto y más cuando termine mi fabuloso trabajo acerca de los cronotopos de Bajtín. Y no, solo para aclararlo, "cronotopos de Bajtín" no significa bichos que llevan batín en griego.

Ah! parecían tan entrañables vistas desde la televisión en la mítica película "El cuchitril de Joe"








jueves, 24 de mayo de 2012

la peor mentira ¿cuál es?

Mintió:
- Yo no creo en las relaciones.
No dijo la verdad dos veces: la segunda a él, la primera a ella.

Paseaban solos burlando con palabras la distancia hacia sus casas. Él se indignaba, no toleraba la mentira. En cambio, ella clamaba aceptarla como algo de lo más natural. Hablaba de la infidelidad como de quien se come un plato de macarrones. "Sí... verás... sucede, a veces uno tiene hambre, no sabe qué comer y se hace unos macarrones con tomate. Fácil. Económico. Tampoco hace falta poner una noticia en el periódico."

En realidad no era consciente de lo que decía, porque hablaban del dolor, de la traición, del engaño entre dos personas que tienen un acuerdo. Debatían la característica necesaria para engañar a una pareja premeditadamente. Maldad. Inteligencia. Descaro. ¿Cuánto hambre puede tener una persona así?

Qué la importaba, en el fondo ¿a ella qué la importaba eso? Él seguía indignado, mientras ella se oponía por inercia, le llamaba intransigente, como si él en un arrebato fuera a prohibir los cuernos bajo pena de muerte. No se daba cuenta de su error, de cómo la historia que ella creía secundaria había acaparado la atención de su amigo arrinconando su verdadera preocupación. De la misma manera que Emilie había inundado la cabeza de Eduardo, ahogando sus encuentros con él. Esto era lo que la indignaba hasta el intestino. Y el novio de Emilie se podía ir a cagar.

Pero, obviamente la falta de escrúpulos para planear algo así fue mucho más sugerente que el anhelo de sentirse querida de una niña caprichosa. A Eduardo también se lo pareció. Y ahora ella volvía a casa con un nudo en el pecho. Reconocía ese desasosiego del corazón, que se cerraba cuando no era honesta consigo misma. 

"No creo en las relaciones" piensa Alicia, ya sola, antes de abrir la puerta del patio. "¿no creo en las relaciones?" se repite extrañada buscando causas a tal consecuencia. Por un momento alude al recuerdo fácil de sus padres divorciados, pero inmediatamente lo descarta. Brota una lágrima por sus mejillas y se siente sola. Ojalá no creyera, así no tendría que decepcionarse cada vez que todo sale mal.

Tonta

Como un boli lleno de tinta que por más borrajetas que hagas, sólo araña el papel
Tonta.
Como un espacio infinito con la puerta cerrada.
Como la luna nueva.
Tonta, como quien tiene la llave que acciona el interruptor.
Menos tonta, 
ya enciendes la luz que en el tiempo llenará la circunferencia.
Un poco menos tonta.
La proporción exacta restada por ser consciente de tu propia tontería.

miércoles, 23 de mayo de 2012

alas de librería


Despierto para soñar por las calles con los sueños que otras mentes hicieron realidad.
Hoy me levanté valiente y acepté el desafío de los rostros tristes, con todas sus excusas para maldecir la vida. Jodeos infelices pues hoy soy fuerte para dejarme arrastrar por vuestras visiones cenagosas. Me río en vuestra cara y acometo con mis chistes, con mis gracias y mi amabilidad.
Todo fortuito, dando pinceladas de belleza que ayer tragué para ceñirme al protocolo de la ciénaga infernal. El resultado fue una úlcera y dolor de cabeza. Por eso hoy quiero que os jodáis vosotros. Por eso y porque el mundo sigue siendo bello, a pesar de vosotros, tristes rostros, a pesar de vuestra lánguida expresión.
Despierto para soñar por las calles con los sueños que otras mentes hicieron realidad.
Y llueven de mis ojos destellos de entusiasmo. Me posee la creatividad voluptuosa que emana por sorpresa de cualquier rincón. Me dejo seducir por el arte que brota de manera simple o compleja, a través del aire o de nuestras mentes. Y se me hace la boca agua paseando tus estanterías, olisqueando tus miles de cuentos ilustrados que harán de puerta y de ventana. Puedo escuchar a los pequeños y a las pequeñas saltando de mundo en mundo transformando la realidad. Ah… ¡los libros! Trampolín perfecto para vencer el vértigo a la vida, una vez olido, sentido y saboreado. Una vez que nos hemos acostado con él hasta descubrir sus puntos débiles –los de mayor placer. Una vez que hayamos entendido algo sobre el amor, en cualquiera de sus siluetas. Sólo entonces, sólo habiéndolo disfrutado, lo venceremos.
Y yo salto también, me vuelvo niña con pretensiones adultas, cuando tal vez sea una vieja con el síndrome de Peter Pan. Y me convierto en mamá, sólo para jugar con mis cachorros a crear máscaras de purpurina, a rellenar dibujos de mandalas con sales de colores. Para descubrirles las caras de la luna a través de un libro de tapas suaves y gruesas; para presentarles al Principito, mi querido amigo, que ahora surges de entre las páginas ocupando una tercera dimensión.
La verdad es que quiero ser niña otra vez, lo mire por donde lo mire, no dejo de imaginar cómo sería tener cinco años y pasear entre estas hojas. Y bucear en los dibujos que un día de grande me salvarán. Son trazos esparcidos que imaginan mil historias que otros re-imaginarán. Pequeños y  grandes acudirán para arroparse con sus páginas y de este modo podrán protegerse de la nube tóxica, que convierte los sueños en algo impalpable bajo las órdenes del látigo de la realidad. La realidad del deber y la obligación de ser rostros tristes, que si un día algo soñaron, ya dejaron de soñar. Y lo peor de todo es que a nadie ya le importa, porque a base de cemento y hormigón, de horarios y salarios –ávidos a final de mes-, pues olvidan por ejemplo, la asombrosa forma con que cada árbol pinta a sus hojas, por no hablar de la sutileza de una pluma en un animal, que no sólo es suave, sino que le ayuda a volar; o la despedida del sol envuelto en luces de fiesta, dibujando cada día un cuadro diferente sobre el techo de la tierra. Y así, inconscientes de la presencia del arte en la vida, de la inminente necesidad de la belleza para respirar. ¡Inconscientes! el alma se debilita al intentar sin nuestra ayuda palpar el sueño que nos robaron. Y nos vendieron. Y si no sabemos esto, sólo seremos esclavos del cemento y del hormigón, de los horarios y los salarios. Rostros tristes que vislumbran la sonrisa tras un pedazo de papel sucio y maloliente.
Me deshago de la piedra de la esclavitud y asciendo entre las nubes cazando imágenes de felicidad que se traducen en un hogar con muebles de madera y las alfombras coloridas de mamá, y sus cojines en el cuarto de estar. Encima de la mesita está la plantilla del mandala coloreada torpemente y a la mitad. En las paredes hay dibujos y una máscara del dios hindú con cara de elefante que brilla de purpurinas rosas y violetas. Mis cachorros corretean incordiando al jefe de la manada, que inventa historias de duendes y garrapatas que echaban carreras usando como cuadrigas a los perros rabiosos. Les tiraban de los pelos y estos se perdían entre los árboles a la velocidad de la luz. O era entre las estrellas. Y le miro a punto de estallar de la risa. Y estallo y levanto la tapa de la cazuela. Se siente el aroma rico del hinojo y el pescado, y de la sal que ola tras ola, viaja hasta nuestras narices con el sonido de la respiración del mar.
Y todo en un paseo entre las estanterías de esta tienda que abre puertas a otros mundos y por eso yo no la quiero cruzar, porque vuelvo a la ciudad y agarro mi bicicleta y echo a volar. Me mantengo en la blanca nube hasta el semáforo de la iglesia que hace esquina. Pero no, el gris del suelo me recuerda que no, como lo hace el tubo de escape de los coches que omnipresentemente atufan la ciudad. Volví a la nube tóxica. De nuevo entre sus redes pedaleo con fuerza, quiero escapar y arriesgo mi cuerpo y el de los viandantes en un ademán de sentir algo más allá. Pero más allá no hay lo mismo que detrás de los libros. Más adelante hay un autobús y un coche negro, que se sitúa ambiguamente ni detrás, ni al lado del bus. Pero deja un espacio junto a la acera, por el que quizás todo derechita quepa mi maltratada bicicleta. Y allá voy, a jugármela, segregando adrenalina, desde dónde quiera que esté la glándula, hacia la estrechez del espacio. No lo pienso, sólo quiero huir de la nube tóxica. Y chirrían mis frenos en un pis-pás, aturdidos por el movimiento inesperado del egoísta coche negro. Y me cabreo, me cabreo como hay vida y corre sangre por mis venas. Y la adrenalina se atasca en mi garganta como la bici ante el coche, y clama por ser escupida en el rostro de alguien. Y lo hago, sin vacilar.
Es un chico con un hombre viejo al lado. Seguramente le haya tocado pringar para llevar hoy a su abuelo a comer a casa de su madre. Y me preguntan si acaso me ha pasado algo. Pues claro, a todos nos pasa algo. A pesar de las buenas intenciones con las que nos convenzamos a nosotros mismos cada mañana para sacar el pie de la cama y enfrentarnos a un nuevo día. El latigazo está ahí, al acecho.

sábado, 21 de abril de 2012

paja mental temporal


El tiempo. En él he hallado la solución para alcanzar mis metas. Hoy he conseguido un artilugio que me brinda la posibilidad de controlar el tiempo. Ha sido en una tienda de chinos, que tienen de todo y sólo me ha costado cinco euros. En seguida me lo he puesto y he notado como sus vibraciones golpeaban en mí, penetrándome, vinculándome a la línea que siempre he saltado, eludido, volado. Noto como agarra mi muñeca con fuerza y me lleva de la mano por las calles. Ahora veo el punto A y el punto B y sobre todo el camino que une ambos. Este artilugio me permite ver la forma entre los puntos a modo de circunferencia. Pero ¿cómo? Una línea recta se transforma en varias circunferencias. Lo llaman minutos, no vueltas, ni circunferencias. He tardado tres minutos y medio en llegar de la tienda del chino a la casa de Raúl. Una línea recta que ha transcurrido en tres circunferencias y media. Asombroso. El tiempo. Ahora tengo el poder de controlarlo. Mira, la trayectoria que debo seguir es la siguiente: llego a Sevilla esta noche, a 10 de Abril. Esto es un día, un día tiene mil cuatrocientas cuarenta circunferencias. Cada circunferencia consta de treinta tics y treinta tacs, que se van alternado uno detrás de otro provocando una sinfonía repetitiva, tal que así: tic-tac, tic-tac. También podría decirse que cada circunferencia comprende treinta tic-tacs, pero en el afán del ser humano por llegar al núcleo existencial de la vida, hay que desmenuzarlo todo. Entonces tenemos un tic y un tac que ha provocado un sistema bipartidista temporal. Hay los que se declaran seguidores del Tic como núcleo oficial del Tiempo y aluden que el Tac es algo secundario y derivado del Tic. Es decir que sin Tic, jamás podría existir el Tac, por lo tanto este último es una coletilla seminucleidal sonora inexistente por sí misma. Por supuesto que los defensores del Tac como único núcleo permanente del tiempo se sienten muy ofendidos ante tal argumento y lo rebaten aludiendo al orden vocálico universal, en el que /a/ es el primer sonido y por tanto si hubiera de existir una coletilla sonora seminucleidal cuya existencia dependiera de otra, esta sería sin duda el Tic. A mí, tres narices me importa. Sigo absorta en el ritmo de la circunferencia, independientemente de su nombre, del instante de revelación de un paso clave para el futuro. El punto B. Mi trayectoria. Son muchas circunferencias. Tiene su lógica, pues un coche avanza a lo largo de la calzada horizontal a base de que el motor haga girar las ruedas, que por supuesto son circunferencias. Ahí está. Todo da vueltas. Incluso el mundo, la tierra gira. La luna es el Tic y el Sol es el Tac. Hacen falta trescientas sesenta y cinco lunas y trescientos sesenta y cinco soles para completar la gran dircunferencia alrededor del Sol. Un año, que casualmente son doce meses, el mismo número de horas sobre las cuales gira la manecilla de las circunferencias, empujando a las otras dos flechas, más pesadas, alrededor de los números dispuestos del uno al doce. Con cada circunferencia se desplaza un sesentavo la manecilla larga y cuándo han transcurrido sesenta circunferencias, es decir, mil ochocientos treinta tics y mil ochocientos treinta tacs ¡boom! Explota tu cabeza. Es broma, entonces lo único que sucede es que ha transcurrido una doceava parte del tiempo que transcurre desde la salida del sol, hasta su puesta. Pero claro, hay variables, dependiendo de si es verano o invierno. No sé, es bastante complicado el tema del tiempo. Veo que existe una relación obvia entre nuestra existencia en la tierra y sus bailes sobre sí misma paseando alrededor del sol. Hay un relación, pero que se pueda medir con exactitud de manera permanente, me parece de locos.

Entonces, ¿para qué me he comprado este artilugio? Estoy tan loca como para pretender controlar el tiempo, pero ¿qué es el tiempo? Una rueda que gira sobre sí misma y así consigue desplazarse a través de una línea. Pero ¿es una línea o una órbita, como la que hace la Tierra alrededor del Sol? Entonces siempre se vuelve a empezar, pero nunca es exactamente lo mismo ¿qué cambia?

jueves, 5 de enero de 2012

El Cielo

"Y si el cielo no se llamara cielo.
Y si no se llamara… y simplemente fuera.
Sería lo que en verdad es.
Pero yo no lo sé, porque para mí es el cielo."

Mi amor, qué es la vida que a veces pienso que no puedo seguirla y enmudezco y solo vivo en mis adentros. ¿Acaso muero porque no comprendo su multiplicidad de formas y emociones? ¿Acaso no hay nada que comprender y debería dejarme llevar?
Pero cómo es posible que los pájaros vuelen sobre el mismo cielo azul cada primavera y simultáneamente yo me haya dado cuenta de que no te volveré a ver jamás. La vida me enseño a ver florecer el mes de marzo para un cuarto de siglo después sorprenderme con la impotencia de una madre estéril.
Nuestra semilla se extinguió y quizá no fue esta primavera sino el otoño pasado, sólo que la ceguera resulta tan satisfactoria para eludir a la misma oscuridad. Para prolongar las expectativas frustradas por un golpe de realidad, pero en otro nivel de subconsciencia cada día más profundo e inalcanzable, al menos hasta hoy.
¿Cuánto de profunda puede llegar a ser la subconsciencia?
Hace dos meses que enmudecí buscando resquicios de quién soy a través de lo que siento. Está tan oscuro aquí dentro. Lo siento, lo miro… y lo odio. ¡cómo lo odio! Si tan solo pudiera ser feliz y ver la vida como lo que verdaderamente es. ¿qué es?
Desesperadamente miro hacia ese infinito azul buscando una respuesta. De manera automática mi cerebro hace las asociaciones del programa pertinente: cielo-azul-bonito. ¿Y qué diantres de significado es esto? Acaso por saber nombrarlo sé lo que es de verdad, sé cual es su esencia? Intuyo que la esencia tan solo se puede sentir o percibir desde otro ámbito del conocimiento-aún desconocido para mi.
Y el lenguaje actúa como un muro que bloquea mis percepciones al instaurar con seguridad el concepto con el cual se cierran todas las puertas a un significado mayor. O distinto. O verdadero. Incierto, por el momento. Al igual que cualquier palabra mecánicamente adjudicada a cada una de las percepciones, bien sean materiales, emocionales o etéreas que componen esta experiencia. Todo es incierto. Que no conozca lo verdadero no quiere decir que vaya a asumir cualquier cosa como tal.
Y sí, con esta experiencia me refiero a lo que en el lenguaje común denominamos vida. Pero que al ser usada en expresiones de tal bajeza como: “¡qué vida más perra!” o “qué le vamos a hacer, la vida es así”.( ¿así, cómo?) pierde la magnificencia y asombrosidad de lo que realmente es. Y ya no me atrevo a nombrarla, pues no estaría diciendo lo que en realidad quiero decir.
Así es como generación tras generación nos hemos ido alejando de la verdad, por medio de la automatización del lenguaje hemos instaurado una barrera entre la realidad y nosotros mismos. La tarea ahora es recuperar la autenticidad del lenguaje para aprehender la vida o quizás pueda alcanzar a aprehender la vida por medio de la observación con una mente abierta desembocando esto en un nuevo lenguaje.

AMOR

En inglés live y love, vivir y amar son dos palabras casi iguales fonéticamente, ya que sólo se distinguen por una vocal. Si la traducción de la emoción al lenguaje fue tan similar, quizás es que entonces, cuando quiera que surgiera esta mágica música, vivir y amar eran prácticamente lo mismo. Si aplicásemos esta ley asociativa de emoción más representación lingüística, podríamos acuñar una nueva palabra que defina mejor la experiencia de vida actual. Puesto que la asociación con el amor, me atrevo a decir, quedó obsoleta hace tiempo, a día de hoy 21 de junio de 2010 propongo que la palabra vivir sea sustituida por luchir, la cual se ajusta infinitamente más a la experiencia actual.
Me explico: ahora la sociedad se define por una lucha constante por conseguir la comodidad. Paradójicamente se pasa más tiempo en la incómoda lucha que disfrutando de los bienes conseguidos en la misma. Y resulta desconcertante la futilidad de este círculo vicioso: pues cuanto más se esfuerza uno por estar a gusto ¡menos a gusto está! Y sin embargo la sociedad en general continúa invirtiendo su tiempo y su energía en… el sacrificio de su energía y su tiempo –también llamado trabajo. ¿A cambio de qué? Muchos contestarán que a cambio de lo que necesitan para vivir.
Pero seres del planeta, no nos engañemos más, perdonen que se lo diga porque les va a doler: ¡la vida ya está aquí! Lo que se necesita para vivirla es sentirla, observarla, apreciarla y sí ¡VIVIRLA, CARAJO! No me vengan con que el dinero no crece de los árboles ¡porque la comida sí! ¿o es que ahora se quieren hacer un bocadillo de dólares con centavos? Abramos los ojos, dejemos de eludir la realidad y de ser víctimas de nosotros mismos.  
Reconozcamos la sabiduría de los pueblos anteriores, que también somos nosotros, los habitantes de la Tierra, para los que en otros tiempos vivir era amar y amar era vivir. Dejemos de luchir día tras día: LET’S LOVE AND LIVE

una página en blanco

Me quiero
                               Sincerar conmigo MISMA

                Si mi cerebro, mi mente, mi alma son en verdad esta página en blanco.
                Una alba
Pura y limpia
                Que sin embargo la vida empieza a manchar
                Y qué divertido es ensuciarse
de deseos y pasiones,
de lamentos y preocupaciones,
de orgullo
y una miaja de envidia
               de amores……… ¡ay!, los Amores…
de desengaños… ¡uf! Este duele; pero es tan sabio…
                                               de rechazos
                                                              de retos
                                                                              de fallos
                                                                                              de APRENDIZAJE.
Qué bonito y sin embargo
Una página en blanco.
El blanco es aburrido, debe ser por eso que nos ensuciamos con la vida. El Deseo sería una mancha verde como le dicen a la esperanza; y la Pasion siempre se pinta de rojo, será por la sangre que se nos baja a la ‘cabeza’.
Creo que todos estamos aquí para ensuciarnos lo más que podamos. Experimentar todos y cada uno de los colores de la diversidad de manchas que este mundo nos ofrece, para después cansados y confundidos sentarnos a reflexionar -y aprender… algo.
¿el qué?
Quizás que tan sólo somos una página en blanco.

¡UNA PÁGINA EN BLANCO!
Entonces ¿qué necesidad hay de escribir?
Ninguna
                               Todas
En realidad es una pasada, porque podemos escribir lo que nos dé la gana ya que si no nos gusta ni si quiera tendremos que borrarlo…
                ¿entiendes? Puedes escribir lo que quieras,
LO QUE QUIERAS DE VERDAD