A estas alturas ya sabréis que yo escribo, y bueno, no es la
primera vez que me encuentro con personas que juzgan a mis personajes de
comportarse como adolescentes cuando en realidad ya tienen una edad “adulta”.
Yo escribo sobre un entorno que es conocido para mí, mis personajes son la
mezcla de la gente que conozco, de las experiencias que he vivido o que me han
contado o lo que sea que me invente a partir de este cúmulo de cosas. Podría
decirse que en mi vida cotidiana manejo asiduamente unas edades comprendidas
entre los veinte y los cuarenta y tantos. Y estoy intrigada por saber a qué se
refieren exactamente estas críticas, que casualmente provienen de personas
alrededor de los cincuenta. Por eso he dedicado un tiempo a reflexionar sobre
los adultos, los adolescentes y qué tienen que ver con lo que yo vivo. Como mi
perspectiva obviamente es limitada, agradeceré cualquier comentario que la
expanda.
“¿Qué es ser un adulto?” Le preguntaba ayer a mi compañera
de piso de veintinueve años. Me contestó que básicamente consistía en tener un
trabajo, ganar dinero y no depender económicamente de los padres, por ejemplo.
Que en el caso de la mujer, si no trabaja, también se la puede considerar
adulta si es madre y se hace cargo de la casa. “Entonces no somos adultas” –nos
quedamos mirando entre la perplejidad y el alivio.
Entiendo que este concepto de “adulto” tiene que ver con las
responsabilidades. Según esto, hace diez años yo era más adulta que ahora
porque dedicaba seis horas al día a ir al instituto y otras seis a trabajar en
un bar. Además daba de comer a mis gatos. Seguía viviendo con la familia, eso
sí, pero también colaboraba económicamente. Me relacionaba con mucha gente
“adulta” alrededor de la treintena que vivían por su cuenta. La mayoría de aquellos
adultos, que se consideraban con la vida resuelta con su contrato indefinido,
lo único que quería era pasarlo bien los fines de semana. Entonces, me surge la
idea de si acaso cuando se es adulto, un verdadero adulto, se tiene la
sensación de haber llegado al máximo de uno mismo y lo único que queda es
mantenerse en ese lugar. Efectivamente de acuerdo con la RAE, una persona
adulta es aquella que ha llegado a su
mayor crecimiento o desarrollo. O sea, que hay una fase en la que ya no se
aprende nada más y uno se queda viendo el mundo evolucionar pero no es capaz de
subirse al carro PORQUE ya ha llegado al máximo de sus capacidades. Desde ahí
deben quedarse satisfechos, haciendo lo que saben que hacen bien, esperando a
la muerte. Creo que debería alegrarme de
no ser una adulta, lo cual no significa que sea una adolescente.
Reflexionando un poco sobre la “adolescencia”, aquella etapa
de conocerse a uno mismo, en la que te irritas constantemente por los
comentarios de tus padres y hay una lucha entre el poder que estos ejercen
sobre ti y la libertad que se ansía alcanzar. Todo esto con unas consecuencias "terribles" que dan lugar a la famosa “edad del pavo”. Qué se yo… te compras la Superpop, te empiezan a gustar los
chicos, pegas pósters de Nick Carter en la habitación, el vello comienza a ser
un problema, tanto si lo tienes como si no y exclusivamente los futuros machos
derraman su saliva cual aspersor hiperactivo. A parte del tema de los fluidos,
en general los amigos son lo más importante del mundo (no para sentirte
comprendida, sino para sentirte parte del grupo), empiezan los conflictos
internos, la lucha con uno mismo para ser aceptado, los novios y las novias,
las primeras relaciones sexuales (con o sin compañía) y una serie de
cosas, que sinceramente yo ya he superado. PERO no tengo trabajo, y sigo
estudiando, y mis ingresos provienen de la caridad de mis progenitores que me
aman y además son conscientes de la dificultad real existente hoy en día (hay
un paro de la ostia –por si alguien no se ha enterado) para encontrar un
trabajito. Hasta de camarera, que a los diecisiete no tenía ni que buscarlo,
hoy es complicado.
Esto es lo que hay. Un gran porcentaje de jóvenes
desocupados, unos con más suerte que otros, dependiendo esta fortuna de la de
sus familias. Y un montón de viejos gordos sentados en sus despachos decidiendo sobre nuestro futuro y que por hábito barren para su lado, sin darse cuenta de que la Tierra es redonda. Entonces, no soy la única que flota y se hunde en esta corriente
sin rumbo y sin nombre. Somos muchos en estos tiempos críticos, los que vagamos
por una post-adolescencia a la deriva, viendo
atisbos de la isla adulta sin poder alcanzar sus responsabilidades ¿Parece
un chollo? Pues no lo es: preocupación, incomprensión, frustración,
incertidumbre son los síntomas. Sin embargo esto no impide que maduremos, a
nuestra manera, desde un barco a la deriva también experimentamos la vida y nos
hacemos conscientes de cómo son las cosas. A ver, yo lo único que comprendí es
que nada tiene sentido, más allá del que cada uno le dé. Nunca se puede saber
cómo funcionan las cosas, aunque por norma general decimos que todo funciona mal, y así vamos tirando: unos se equivocan y otros se quejan. Una vez pensé
que el mundo es como una gran madeja de lana cuya hebra da vueltas atravesando
el contenido de un cubo de basura gigante, algo así.
Está claro que muchos no encajamos con el ejemplo de adulto
de la época pasada, pero también hay que tener en cuenta que somos el resultado
de un caldo de cultivo totalmente distinto. Será esto bueno, será malo... Pues como todo: es así, con sus cosillas. Esto
es lo que lo hace real, auténtico y vivible. Quizás no esté asalariada,
tampoco tengo nadie de quien ocuparme, ni un perro siquiera, comparto piso con
una amiga y sí, tengo mucho tiempo libre y mucho de ese tiempo me lo paso
frente al ordenador. Tengo veintisiete años y sigo estudiando. No soy ni tonta,
ni vaga. Me muevo a ciegas por un camino incierto que vamos pintando entre
todos. A veces tengo miedo, me siento una fracasada y me gustaría estar
trabajando de cualquier cosa. Pienso mucho y sigo soñando. Me gusta enamorarme
pero jamás viviría en pareja. ¿Soy adolescente? ¿Soy adulta? ¿Qué etiqueta le
ponemos a esta gente que estamos en el medio? ¿Acaso no tenemos derecho a
existir sólo porque los psicólogos sociales aún no nos hayan metido en la
casilla correspondiente esclarecedora del porqué de la vida? O quizás ya lo
habrán hecho…
No sé, lo único cierto es que yo voy a seguir observando el
mundo desde mis ojos y ojalá nunca llegué el momento en que crea que sé todo lo
que necesito saber. Para mí, eso es la ignorancia.
Puedo entender que les resulte chocante la manera de desenvolverse de la juventud actual (creo que la generación adulta anterior a la suya tampoco estaba muy contenta con ustedes). Será que ninguna de las anteriores generaciones tuvo tanta información a su alcance ni tanto
tiempo para asimilarla como nosotros estamos teniendo. Y sólo por esto, debo admitir que alguna vez me sentí afortunda, a la deriva, en la tormenta, en este barco sin timón.
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